Oración y Ayuno

Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Pero con frecuencia EL(Jesús) se apartaba a lugares desiertos PARA ORAR. Lucas 5:15-16

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● LA PERSISTENCIA EN LA ORACIÓN

Por: Edward M. Bounds También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Lucas 18:1

La Oración persistente es un poderoso movimiento del alma hacia Dios, un remover de las profundas fuerzas del alma hacia el trono de la gracia divina. Es la habilidad de aferrarse, poseer y esperar. No es un incidente, ni siquiera un comportamiento, sino una pasión del alma. Tampoco es un deseo a medias, sino un a muy fuerte necesidad. Esta cualidad de luchar y vencer mediante la Oración persistente no surge de la vehemencia fisica ni de la energia de la carne. No es un impulso de la energia humana, ni tampoco un entusiasmo del alma, sino una fuerza interna, una facultad implantada y levantada por el Espiritu Santo. Es la intercesión del Espiritu de Dios en nosotros; es la oración eficaz y ferviente “que puede mucho”. Es el Espiritu Divino, inflamando nuestra súplica hacia el trono de la gracia, hasta que el fuego divino de la bendición es derramado. Esta lucha en la oración puede que no sea ruidosa ni vehemente, sino quieta, tenaz, y urgente. Puede ser silenciosa pero a la vez constante y ferviente. Es una oración que sale del corazón, cuya llama no es débil ni momentanea, sino que brilla continuamente con un fulgor inextinguible. La persistencia, es una condición para la Oracion, no se trata de presionar sobre el mismo asunto con vanas repeticiones, sino con urgentes demandas. No consiste en contar las veces, sino en ganar la batalla de la Oración. Abraham: Sus repetidas intercesiones a favor de la salvación de Sodoma y Gomorra presentan un buen ejemplo de la necesidad y beneficio derivado de la Oración persistente. Jacob, en su lucha con el ángel durante toda una noche, da un énfasis muy significativo al poder la perseverancia en la oración. Le rescató, afectó su vida, le salvó de la muerte, cambió la actitud y conducta de Esaú, cambio su carácter e influyo en los hábitos de toda una nación.Nuestros tiempos de oración persistente al igual que a Jacob, nos dejan marcas, como los diamantes, en los lugares mas dificiles, y dejan huellas en nuestro carácter. Moises oró cuarenta días y cuarenta noches con el propósito de detener el juicio de Dios sobre Israel. Elias repitió su oración siete veces y, entonces, sobre el horizonte, apareció la nube que traería la lluvia, anticipando el éxito de su oración y la victoria de su fe. Daniel, aunque cansado y debilitado, insistió en su causa durante tres semanas, y entonces llegó la respuesta y la bendición. La mujer sirofenicia, su persistencia hizo que consiguiera la victoria y que su petición se viera cristalizada. Ni el silencio aparente del SEÑOR, ni su negativa,la desanimaron al contrario se acercó aún mas al Maestro, cayendo a sus pies adorandole y clamando: “SEÑOR,expulsa el demonio de mi hija”. Si hubiera permitido que su fe se sumiera en el silencio, deteniendo sus esfuerzos, su casa ensombrecida por la pena nunca hubiera recobrado el brillo de un hogar feliz por la sanidad de su hija.

Jesús sabía que pronto los hombres se cansarían de orar y desmayarían de hacerlo. Asi, para fortalecernos y estimularnos en el uso de tal privilegio, nos dio esta figura del maravilloso poder de la persistencia. Una parábola contada por el SEÑOR, refuerza esta verdad: Un hombre va a medianoche a casa de su vecino a pedir pan. Sus ruegos son fuertes, están basados en la amistad y en el compromiso de la necesidad; pero todas estas cosas fallan. No consigue el pan, pero sigue alli y presiona sobre el mismo punto, y al final de la espera consigue lo quería. Lucas 11:5-8. La clara importunidad triunfa donde todos los demás ruegos e influencias han fallado.

“Orar y Nunca desmayar” es el lema que Cristo nos da para nuestra vida de Oración, es la prueba para nuestra fe, y cuanto mas severa sea ésta y más larga la espera, mas gloriosos serán los resultados. El desmayo del corazón, la impaciencia, y timidez son actitudes fatales para nuestras oraciones. La Oración persistente nunca desmaya ni se debilita, no se desanima, ni se rinde a la cobardía, sino que es sostenida por una clase de esperanza que no conoce la desesperación, y una Fe que se aferra fuertemente a la promesa. Tiene paciencia para esperar y fortaleza para continuar y se rehúsa desistir de la Oración hasta no recibir la respuesta. Hemos de estar preparados y saber que habrá demoras, negativas, y fracasos aparentes a la oración, de tal manera, que no nos hagan hagan debilitar no cesar en nuestra oración persistente y constante. Como un soldado valiente, que exhibe su valor a medida que el conflicto y la batalla aumentan, el cristiano que ora debe aumentar su ferviente petición sin desmayar aunque parezca que la demora y la negativa son obstáculos infranqueables. Dios ama al que Ora con persistencia y le envia respuestas que nunca hubieran sido obtenidas a nos ser por la persistencia que se resiste a retirarse hasta que la petición se de por hecha.

“Cuando digo a alguno: Ruega a Dios, pídele, suplícale, me responde: ya pedí una vez, dos, tres, diez, veinte veces, y nada he recibido. No ceses, hermano, hasta que hayas recibido; la petición termina cuando se recibe lo pedido. Cesa cuando hayas alcanzado; mejor aún, tampoco entonces ceses. Persevera todavía. Mientras no recibas pide para conseguir, y cuando hayas conseguido da gracias”. J.Crisostomo

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