● SÁNAME, OH SEÑOR
“Ten misericordia de mi, oh Señor, porque estoy enfermo; Sáname, oh Señor, porque mis huesos se estremecen y mi alma está muy turbada y tu, Señor ¿Hasta Cuando? ” Salmo 6:2.
Por: Jack Fleming
David le habla al Señor de su enfermedad fisica y anímica. Le lleva su enfermedad física al médico divino; pero quizás lo que le causaba mayor dolor, era la depresión que angustiaba su alma. Terrible es para el hombre sufrir dolores en su cuerpo y además en su alma. Y clama con un grito de angustia ¿Hasta cuándo Señor? Muchas de las enfermedades que afectan el cuerpo, son sicosomáticas, es decir, tienen su origen en un estado depresivo o psíquico; se las califica así porque provienen de alguna angustia emocional o desequilibrio mental.
Personas, que sin tener ninguna enfermedad física real, pueden quedar ciegas, sordas, inválidas o padecer cualquier otra patología, sufriendo todos los síntomas y dolores reales como si los tuviera, pero todo se debe a un problema en su mente. Este es el tipo de enfermedades que principalmente “sanan” los curanderos y milagreros.
Pero parece que ésta no era la condición de David. Sufría una enfermedad real, la cual se agudizaba por la aflicción que inundaba su alma ¿Debemos pedir a Dios que nos sane cuando estamos enfermos? El ejemplo que hayamos en la Biblia es que sí. Aquí David esta rogando al Señor por sanidad. Otro ejemplo lo encontramos en el apóstol Pablo, que padecía de una enfermedad que afligía su cuerpo.Una persona tan importante y útil para la obra del Señor está clamando para que lo sane, y no una vez, ni dos, sino hasta tres veces pidió con gran angustia a Dios. Pedir al Señor por sanidad es una libertad que todos tenemos, pero no podemos obligar a Dios que nos sane, eso es algo que está únicamente dentro de Su voluntad soberana de acuerdo a sus planes eternos. Prueba indiscutible de esto, es que continúan existiendo los hospitales en el mundo, incluso para los creyentes.
Dios nunca ha prometido que sanaría a todos en este cuerpo limitado a nuestra condición terrenal. Cuando el Señor se acercó al estanque de Betesda, había muchos enfermos. Jn. 5:3 -6 “En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?” El Señor dentro de Su voluntad Soberana, decidió sanar únicamente a uno dentro de toda esa multitud de enfermos.
El apóstol Pablo, cuando oró tres veces pidiendo ser sanado, no recibió la sanidad que rogaba, y esto no fue por falta de fe del apóstol, sino que no estaba dentro de los planes eternos de Dios concederle ese favor, y le dijo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Y debido a esa condición el apóstol pudo decir más tarde: 2Co 11:29 “¿Quién enferma, y yo no enfermo?” Gal 4:13 “Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio”.
Sabemos que es muy fácil para los curanderos y milagreros modernos adjudicar falta de fe de parte del enfermo que no es sanado, pero esas son astucias fraudulentas y crueles muy recurrentes por estos embaucadores que se enriquecen manipulando el nombre bendito del Señor de la gloria. Otro ejemplo y mucho más dramático fue el de Job. Su alma se desgarraba por el dolor que lo acosaba, y su cuerpo era consumido por una sarna maligna desde la planta del pie hasta su cabeza. El grito muy humano de David fue: ¿Hasta cuándo Señor? Aquí vemos que el dolor lo hizo volverse al médico divino y acogerse únicamente de Su misericordia.
No sabemos si recibió la curación a la enfermedad física que lo atormentaba, pero sí vemos que su alma fue robustecida. Pudo ver la luz al final del oscuro túnel por el cual transitaba.
Qué cambio más profundo vemos aquí, el que se quejaba, lloraba y se sentía sin remedio como lo expresa en el Salmo 6:6-7: “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores”. Ahora mira hacia arriba, y en vez de la tormenta que congelaba su ser, logra ver un sol radiante; el Sol de justicia que comienza a iluminar y calentar su alma. Los rayos de la misericordia divina se depositan sobre él y comienza a sentir la mano amorosa del Señor junto a él. En este instante no se encuentra sólo, desamparado, enfermo ni atemorizado de sus enemigos; siente que Dios le escucha. Esta fue también la experiencia de Pedro cuando caminó sobre las aguas, pudo hacerlo solamente cuando mantuvo sus ojos en el Señor, pero en el momento mismo que los apartó de Él; para mirar la tormenta y las olas, comenzó a hundirse. Únicamente cuando apartemos los ojos de la tormenta y los fijemos en el Señor, podremos caminar sobre los problemas, y al mismo tiempo acercarnos más al Señor.
En Hebreos. 12:2 Dios nos dice: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.
ORACIÓN “Alivia, oh médico Celestial mis dolores, líbrame de sufrimientos y dame perfecta salud, si esto es conforme a tu querer divino y al verdadero bien de mi alma…Ayúdame, Señor, a obtener el fruto espiritual que Tú pretendes con esta enfermedad que me has enviado. Haz que comprenda que las enfermedades del cuerpo me ayudan a conseguir un conocimiento más perfecto de ti, a acercarme mas a ti, a saber que la tribulación produce paciencia, a entender que por medio de la aflicción es sometida a prueba mi fe, mas preciosa que el oro, el cual es refinado en el fuego y asi sea hallada en alabanza, honra y gloria a ti, a desprenderme de todo las cosas terrenales lo que me lleva a reflexionar sobre la brevedad de la vida, a trabajar con más empeño y seriedad en preparar mi alma para la vida futura donde no existe enfermedad, ni llanto, ni dolor sino el eterno gozo de tu compañía….Amen” A.D. Al unico y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos siglos.Amen. Judas 1:25