● EL ENFERMO QUE QUEDÓ EN MILETO

Por: Charles H.Spurgeon (Enero 12/1879) “Y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.” 2 Timoteo 4: 20 Estas fueron casi las últimas palabras del apóstol Pablo, pues las encontramos en los versículos finales de la última de sus Epístolas. El capítulo nos recuerda el adiós final de un moribundo a su amigo más querido, en el que trae a la mente a personas asociadas a su vida. Trófimo está enfermo y Pablo no puede olvidarlo…”Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.” Recordemos a quienes son uno con nosotros en Cristo, y especialmente llevemos en nuestros corazones a todos aquellos que son afligidos en su mente, en su cuerpo, o en sus bienes. ¿Podemos aprender algo de esta sencilla línea de la pluma apostólica? Veamos. Si el mismo Espíritu divino que la inspiró, brilla sobre ella, no la habremos leído en vano.

I. De este pasaje aprendemos que: ES LA VOLUNTAD DE DIOS QUE ALGUNOS BUENOS HOMBRES NO GOCEN DE BUENA SALUD. Cualquiera que haya sido la dolencia que aquejaba a Trófimo, Pablo ciertamente habría podido sanarlo, si el Espíritu divino le hubiera permitido el uso de sus poderes milagrosos con ese fin. Pablo había levantado a Eutico de los muertos, y le había devuelto el uso de sus extremidades inferiores al cojo de nacimiento en Listra; tenemos, por tanto, la absoluta certeza que si Dios le hubiera permitido al apóstol el uso del poder sanador, Trófimo se habría levantado de su lecho, y continuado su jornada a Roma. Sin embargo, ésa no era la voluntad del Señor; la vid que produce buen fruto debe ser podada, y Trófimo debía sufrir: habían fines que debían cumplirse en su enfermedad que no podrían ser alcanzados en salud. Pudo haber recibido restauración instantánea, pero bajo la dirección divina no le fue otorgada. Esta doctrina nos guía lejos de la vana idea de la casualidad. No somos heridos por flechas lanzadas a la ventura, sino que nos dolemos por el determinado consejo del cielo. Una mano predominante está presente en todas partes, previniendo o permitiendo el mal, y nunca vuela furtivamente ningún dardo de la enfermedad, proyectado por el arco de la muerte. Si alguien debía estar enfermo, fue una sabia providencia la que seleccionó a Trófimo, pues era mejor que él estuviera enfermo y no Tito, ni Tíquico, ni Timoteo. Fue bueno, también, que se enfermó en Mileto, cerca de ciudad natal, Éfeso. No siempre podemos ver la mano de Dios en la providencia, pero podemos estar seguros, siempre, que está allí. Si ningún pajarillo cae a tierra sin nuestro Padre, seguramente ningún hijo de la familia divina es abatido sin Su sagrada voluntad. La suerte es una idea pagana, que no puede vivir en la presencia del Dios vivo, que trabaja y que está presente en todas partes. ¡Toda mente cristiana debe evitar esa palabra! Deshonra a Dios a la vez que nos lastima. Esto también impide que consideremos que la aflicción es visitada en los hombres por su pecado personal. Muchas enfermedades han sido el resultado directo de la intemperancia, o algún otro tipo de perversidad; pero aquí tenemos a un hermano digno, bien aprobado, que tiene que guardar cama y es dejado en el camino por causa de una dolencia no atribuible a él.

En el día de nuestro Señor le dijeron: “Señor, he aquí el que amas(Lazaro) está enfermo;” y Salomón, mucho tiempo antes, escribió:”Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.” Que el propio afligido se examine a sí mismo para ver si la vara no ha sido enviada para corregir algún mal secreto, y que considere diligentemente dónde puede enmendarse. No podemos tener a Trófimo en un menor concepto porque está enfermo en Mileto; es probablemente un hombre mucho mejor que cualquiera de nosotros, y tal vez es precisamente por eso que es probado. Hay oro en él que paga cuando es puesto en el crisol; lleva tan rico fruto que es digno de ser podado; es un diamante de un agua tan pura que pagará con creces el trabajo del lapidario. Esto puede que no sea verdad para muchos de nosotros, y, por eso escapamos de Sus pruebas más punzantes. Como dice Santiago: “tengamos por bienaventurados a los que sufren,” y, como David, digamos: “Bienaventurado el hombre a quien tú, Señor, corriges, y en tu ley lo instruyes.” Las Escrituras dicen: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” Lázaro de Betania, Dorcas, Epafrodito, y Trófimo son unos cuantos miembros de ese grandioso ejército de enfermos a quienes el Señor ama en su enfermedad, para quienes fue escrita la promesa: “Jehová los sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad.”

II. HOMBRES BUENOS PUEDEN SER HECHOS A UN LADO CUANDO PARECE QUE SON MÁS NECESARIOS, Ni siquiera por causa de Pablo, Trófimo puede ser sanado súbitamente: su Señor considera necesario que sienta el calor del horno, y al crisol debe ir. Nosotros pensamos que la iglesia no puede prescindir de su valioso ministro, de su misionero infatigable, de su fiel diácono, de su tierno maestro; pero Dios no lo cree así. Nadie es indispensable en la casa de Dios. Él puede hacer Su obra no solamente sin Trófimo, sino inclusive sin Pablo. Sí, vamos más adelante. Sucede a veces que la obra del Señor es avivada por la muerte de uno de quien parecía depender. Cuando un árbol grande y muy frondoso es cortado, muchos arbolitos más pequeños que eran diminutos y enanos al lado del otro árbol, súbitamente se desarrollan con un crecimiento vigoroso; de la misma manera, un buen hombre puede hacer mucho, pero cuando es quitado de en medio, otros pueden hacer más. Las enfermedades temporales de grandes obreros pueden llamar al frente a quienes, por pura modestia, han permanecido en la retaguardia, y el resultado puede ser gran ganancia. Sin duda, esa enfermedad representó una gran aflicción para Trófimo: pero tanto para él, como a menudo para nosotros, no hay otra alternativa sino someternos bajo la mano de Dios, y sentir que el Señor siempre tiene la razón. ¿Por qué no nos sometemos de una vez? ¿Por qué mascamos el freno y pateamos el suelo, ansiosos de ponernos otra vez en camino? Si el Señor nos ordena que nos quedemos quietos, ¿no podemos quedarnos quietos? Los espíritus activos están inclinados a volverse espíritus inquietos bajo el peso de la mano que los restringe; la energía pronto se amarga en rebelión, y altercamos con Dios porque no nos permite que lo glorifiquemos a nuestra manera: es una forma insensata de contienda que en el fondo significa que tenemos una voluntad propia, y únicamente serviremos a Dios a condición que esa voluntad sea complacida.

Hermanos, el que escribe estas líneas sabe lo que está escribiendo, y este es el veredicto de su experiencia: la obra de Dios nos necesita mucho menos de lo que nos imaginamos, y Dios quiere que estemos conscientes de este hecho, pues Él no dará Su gloria a instrumentos humanos como tampoco permitirá que Su alabanza sea otorgada a los ídolos.

La enfermedad espiritual es un penoso estorbo, pero la enfermedad corporal no debe retener al huésped. Si no podemos predicar, podemos orar; si una obra está fuera de nuestro alcance, podemos intentar otra, y si no podemos hacer nada, nuestra incapacidad debe servir como un llamado a los siervos vigorosos para que trabajen más. Trófimo está enfermo. Entonces que Timoteo trabaje con mayor energía. Trófimo no puede apoyar al apóstol, entonces que Timoteo sea más diligente en venir antes del invierno. Así, actuando como un incentivo, la falta de servicio de un hombre puede producir diez veces más resultados en otros, que son levantados a un esfuerzo extra.

Si no sabes que Jesús te ama, careces de la estrella más resplandeciente que pueda alegrar la noche de la enfermedad. Espero que no mueras como estás ahora, y pases al otro mundo sin gozar del amor de Jesús: Esa sería en verdad una calamidad terrible. Busca Su rostro de inmediato, y pudiera ser que tu actual enfermedad fuera una parte de la faceta del amor por el cual Jesús quiere atraerte a Él. Señor, sana a todos los que estan enfermos en el alma y en el cuerpo conforme a tus propositos en el nombre de Jesucristo… Amén.

Nota: Lo que mas Admiro y me impacta de Charles Spurgeon, es que a pesar de sufrir la gota, una enfermedad que le causo dolores intensos y lo incapacitaba por semanas o por meses hasta el dia de su muerte, nunca se quejo, nunca murmuro, siempre amo a Jesucristo y animo a la iglesia del Señor ha seguir adelante, fue un hombre de oracion y acepto la voluntad de Dios y entendio que este flegelo al igual que al Apostol Pablo, le fue enviado un aguijon de la carne para que no se enalteciera sobremanera 2Corintios12:9, por todas las maravillas que Dios hizo con el en su epoca. Verdaderamente este siervo de Dios predico y recorrio el camino Dificil, siguio las pisadas de Cristo, entro por la puerta Estrecha que lleva a la vida eterna y se hizo participe de los Pocos que entran por ella….

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